Girón.
La victoria
Por Pedro Antonio García
Desde las primeras horas de la madrugada del
19 de abril de 1961, las piezas de artillería del comandante Pedro Miret
comenzaron el fuego de hostigamiento en la carretera de Covadonga.
En Yaguaramas se fusionaron las fuerzas del
comandante René de los Santos con las del capitán Emilio Aragonés. A este
último Fidel le encomendó dirigir la ofensiva de las unidades blindadas de las
FAR contra el reducto mercenario de San Blas.
El Comandante en Jefe previó que los invasores
esperaban el ataque principal por la carretera de Covadonga, y en consecuencia,
la ofensiva por la de Yaguaramas contaría con el factor sorpresa. Sobre la
carretera de Playa Larga a Girón, a esa misma hora, avanzaba el Batallón de la
Policía Nacional Revolucionaria (PNR); en la vanguardia iba su Compañía Ligera,
dirigida por el capitán Luis Artemio Carbó.
Para darle apoyo a la brigada mercenaria, los
asesores de la CIA, desde Happy Valley (Puerto Cabezas, Nicaragua), enviaron en
la madrugada del 19 de abril dos aviones C-54, con pertrechos y alimentos, uno
de los cuales aterrizaría en Girón, y seis B-26 para hostigar a las fuerzas
cubanas.
Solo cinco de los B-26 llegaron a las costas
de Cuba, ya que el mercenario Oscar Vega desertó de la flotilla y regresó
acobardado a su base. Un B-26 debía atacar el central Australia, dos de ellos
apoyarían a los invasores en San Blas y los restantes a los de Girón.
Entretanto, en la base cubana de San Antonio
de los Baños despegaban dos T-33, en misión de reconocimiento y localización.
Uno de los pilotos, el entonces capitán Enrique Carreras, avistó la flotilla y
le avisó a su compañero de vuelo. Se entabló un combate aéreo.
Dos B-26 mercenarios, tripulados por
estadounidenses, cayeron al mar debido a los certeros impactos de los aviones
de las FAR. Gonzalo Herrera, acobardado ante el derribo de sus colegas yanquis,
descargó sus cohetes y bombas en el cenagal contra inocentes cocodrilos. El
cuarto aviador, Seig “Joe” Simpson, ni siquiera se adentró en la Isla y al
igual que Herrera, regresó a la base.
El B-26 que bombardeó el central Australia
estaba tripulado por otros dos estadounidenses: Thomas Williard Ray y Leo
Francis Berliss. Derribados por las antiaéreas cubanas, ambos lograron saltar a
tierra, pero murieron al resistir con sus armas a los milicianos que trataban
de apresarlos.
A las diez de la mañana, las fuerzas cubanas
tomaron San Blas y el aledaño pueblo de Bermeja. Entretanto, en el oeste de
Girón, el batallón de la PNR se batía contra los mercenarios. Cuando llegaron
los T-34 para reforzar la ofensiva, el capitán Luis Artemio Carbó gritó a la
tropa: “Todo el mundo detrás de los tanques. Avancen con ellos, que tenemos que
coger a esa gente”. Como un resorte, todos se pusieron de pie.
El fuego enemigo arreció. Una bala alcanzó a
Carbó en un hombro y le hizo caer. Se levantó, recogió su arma: “Vamos,
adelante”, y siguió disparando con solo una mano. Cuentan que nunca más soltó
el arma, aferrado a ella murió de frente al enemigo. Y el batallón de la PNR
siguió avanzando. Luis Artemio Carbó, al morir, solo tenía 23 años.
Alrededor de las dos de la tarde del día 19,
José Pérez San Román, jefe de la brigada mercenaria, ordenó destruir el equipo
de comunicación y junto con los que le rodeaban, sin avisar a sus jefes de
frentes, Alejandro del Valle y Erneido Oliva, huyó en dirección a Cienfuegos.
Fue apresado con su comitiva poco tiempo después.
Cuando Alejandro del Valle y veinte de sus
hombres se replegaron hasta Girón, descubrieron que la jefatura de la brigada
había huido. En un yatecito se hicieron a la mar. Estuvieron varias semanas a
la deriva hasta que los recogió un tanquero yanqui. Del Valle no sobrevivió a
la travesía.
Al acudir a la jefatura en busca de
proyectiles, Oliva se percató de la desbandada. No regresó a avisarles a sus
hombres, sino que se internó en el monte, intentando huir. También más tarde
cayó prisionero.
En el oeste, los batallones de la PNR y de las
milicias entraban en Girón sin encontrar una resistencia organizada. Con ellos,
montado en un yipi, el capitán Fernández. Al poco rato, llegaba Fidel con el
resto de los tanques.
Era las cinco y media de la tarde del 19 de
abril de 1961. En menos de 66 horas se había vencido inobjetablemente a la
invasión organizada por la CIA. El imperialismo yanqui sufría su primera gran
derrota en América.
Fuentes consultadas:
Los libros La Batalla de Girón, de Quintín
Pino Machado; Girón, la batalla inevitable, de Juan Carlos Rodríguez; Girón en
la memoria, de Víctor Casaus; Girón no fue solo en abril, de Miguel Ángel
Sánchez; y la compilación Playa Girón: derrota del imperialismo (4 tomos)
La Victoria de Girón aún es una espina atravesada para los Yanquis
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